Puedo, pude, debo



Si me dices por qué el pantano
parece intransitable, te diré luego
por qué pienso que puedo
atravesarlo si lo intento



Marianne Moore
I may, I might, I must
Traducción José M. Ramírez

Oneiros, somnium



Ecos de lamentos
me llegan con la espuma
de cada ola

Tú llegaste del país de la pena. ¿Adónde, adónde?

Hanni Ossott



Cómo convertir en experiencia
esto que rebota en mi memoria

Acaso algún día será arte
esta visión oblicua de la realidad

A quién podré mostrásela

Por qué cierras los ojos

Sueño


Dormir
volverse inaccesible
para no ser molestado
por la realidad

Un mar otro


Al fondo
el ruido de la autopista
era como el rumor
de olas que nunca rompen

Regresando a "La casa" de Garmendia


Con un tono decididamente poético Salvador Garmendia nos presenta en “La casa” un torrente de imágenes fantásticas, metáforas duras de asimilar, y que en ocasiones exigen una aceptación incondicional, si pretendemos llegar al punto final. Y es que la casa del cuento es sometida a toda clase de operaciones de mutación, metamorfosis, que en ocasiones nos la hace imaginarla como ave de rapiña, lienzo, túnel, laberinto.

El narrador, en una primera persona a veces encubierta, relata su recorrido por la casa desde el amanecer hasta el anochecer; pero este recorrido, que luce más psíquico que físico, transcurre en un tiempo fantástico, más allá de esa doce horas referenciales, que son mas bien el hilo para tomarnos de la noche y llevarnos nuevamente a ella.

Hacia la mitad del cuento, luego de esa “agüita” que es el mediodía, Garmendia introduce una imagen que, a mi entender, sirve de bisagra al cuento y a la vez es clave para entender su trasfondo:

“La casa tiene una entrada que comunica con ella misma, aunque en una edad diferente”

Esa entrada, que no parece estar en un solo lugar sino en toda la casa, es la que nos lleva al encuentro con ese abuelo muerto en Alemania, a su cuerpo sobre la nieve y al retorno a través de su cuadro juvenil. Esa entrada, en forma de hueco de la casa incipiente que una vez fue, nos coloca en frente de las brujas que la habitan y de las tías que son la eterna conversación y, a la vez, el eterno tema de esa “historia que ha sido contada mil veces”.

Pero también por esa entrada, lo comprendemos luego en retrospectiva, pudimos conocer al tío Juan y luego, quizá con mayor dificultad, a una ciudad blanca y a una casa blanca, la misma quizá, regresando por el cuartito del fondo.

En esa ciudad blanca, acaso la casa en el futuro, el narrador nos dice “pensé con cierto sentimiento en mi casa lejana y en las personas que allí morían sin darse cuenta”. La casa, entonces, parece como suspendida en el tiempo, acumulando cosas y acumulando gente.

Que otra puede ser esa casa, con entrada que comunica con ella misma en edades diversa, que la psique que recibe, acumula y construye para luego entregarnos la tentación del recuerdo y la ilusión de lo posible. Pero esos caminos, a veces abiertos a través de muros que se rompen, a veces encontrados detrás de un retrato o en la profundidad del techo, traen consigo lo bueno y lo malo, sin posibilidad de edición o censura. Esa casa en la que nos adentramos, a veces a la fuerza o traicionados por el sueño, sin duda cruje, se empina y se pliega, quedando abandonada “al sereno” y dejándonos a nosotros boca arriba.

Oscuridad y foco de luz

Venezuela - 02/01/2007 - 7:30 pm - desde mi balcón



Todo lo que sucede
en la consciencia
puede suceder también
de manera inconsciente



El aire siempre nuevo de la vieja Grecia

María Fernanda Palacios me envió estos textos "como augurio del año nuevo 2007. Son versos del viejo Cavafy, con el aire siempre nuevo de la vieja Grecia".

Más que escritos hoy, que lo parecen, me lucen escritos para hoy.


TANTO COMO PUEDAS


Y si no puedes hacer tu vida como quieres,
al menos intenta esto
tanto como puedas: no la envilezcas
en demasiados contactos con la gente,
en demasiados trajines y conversaciones.

No la envilezcas llevándola
y trayéndola a menudo por todas partes y exponiéndola
a la diaria locura
de las compañías y las relaciones
hasta que se vuelva fastidiosa como una extraña.


LA CIUDAD


Dijiste: "iré a otra tierra, iré a otro mar.
Otra ciudad encontraré mejor que ésta.
Cada esfuerzo mío es una condena escrita,
y mi corazón, como un muerto, está enterrado.
¿Hasta cuándo permanecerá mi mente en este marasmo?
Hacia donde vuelvo los ojos, por donde miro,
negros escombros de mi vida veo aquí
donde tantos años he pasado, perdido y destruido".

Nuevos sitios no has de encontrar, ni encontrarás nuevos mares.
La ciudad siempre te acompañará. Por las mismas calles
errarás, en los mismos barrios envejecerás
y en las mismas casas habrás de encanecer.
Siempre llegarás a la misma ciudad. En otro lugar no pongas tus esperanzas:
no hay barco para ti, no hay camino.
Al perder tu vida aquí,
en este rinconcito, en toda la tierra la has destruido.


C. P. CAVAFY ( Alejandría: 1863-1933 )
Traducción de Francisco Rivera ( Caracas, Monte Avila, 1978)