A noi volgi il bel sembiante

Es inutil negar la existencia del inconsciente colectivo, imaginario colectivo, nemes o como querramos llamar a esas olas que nos atraviesan dejándonos imágenes que, de repente, compartimos con nuestros amigos con el asombro de la sincronicidad.

En estas semanas he estado, nuevamente, rodeado de procedimientos médicos de familiares, clínicas, dolencias y, por ende, de decisiones. Uno busca dentro, busca respuestas, quisiera hacer preguntas, tener a quien preguntar, abandonarse en los brazos de una certeza. No hay incertudumbre mayor que la de la vida.

Los Romanos y los Galos, entre otras culturas del Mediterraneo, fundaban sus ciudades sobre unos pilares espirituales imprescindibles. La piedra no era más importante que el culto a los muertos y el resguardo de la virginidad. Esto último ha sido objeto de apropiación por parte de nuestras religión oficial y hoy se nos presenta la virgen, o las vírgenes, como epifanías de una sóla, la madre de dios.

El imaginario colectivo es tan fuerte que ha podido superar estas imposiciones dogmáticas y todos podemos ver, si queremos, que la de Lourdes no es la misma Virgen del Valle y tampoco la de Fátima. Cada región, cada pueblo, ha mantenido ese pilar: el resguardo de la virginidad como valor intrínseco de pureza. Esa pureza, en la tradición pagana, atribuía facultades oraculares. Allí está la respuesta a esta angustía de preguntar qué hacer, cuándo hacerlo, qué significa todo.

No soy católico, es imposible serlo en medio de tanto panfleto y burocracia. En estos días leí la noticia de que El Vaticano había abolido la noción de Limbo, indicando que los infantes no bautizados van al cielo. Llegaron a esta conclusión por algún procedimiento no revelado en el anuncio, a lo mejor por mayoría simple de los cardenales, no sé. Esta desviación en mi comentario tan sólo quiere ilustrar la desazón con la que recibo tanta soberbia pontifical.

Bellini en su genial Norma pone este valor virginal, y por ende oracular, como contexto de su desgarrador argumento. Los Galos, sometidos a la ocupación romana, esperan la señal de la sacerdotiza, de su virgen, (aunque no lo sea físicamente en este caso) y ella entonces pregunta e implora a la luna, a la Casta Diva:

Casta Diva,

Casta Diva, che inargenti

Queste sacre queste sacre,

queste sacre antiche piante

A noi volgi il bel sembiante;

A noi volgi,

a noi volgi il bel sembiante,

il bel sembiante

Senza nube e senza vel!

Casta Diva,

Tempra tu de' cori ardenti!

Tempra ancor lo zelo andace!

Spargi in terra quella pace,

Che regnar tu fai nel Ciel


Este ruego, este canto, ha estado rodeándome y me entrego a él con fe pagana.

Contemplo y escucho a Monserrat Caballé en la indiscutible mejor versión (o epifanía) de Casta Diva. Una voz acaso imposible, inhumana, una voz-otra que ha usado a ese cuerpo y a esa sangre mediterranea para hacerse presente y, con la contundencia de su belleza, doblegarnos, hacernos llorar y darnos esperanza.







Estoy condenado a esa una
a buscarla a engañarme en
esos ojos que mi alma extraña
ese susurro que disocia mi cuerpo
me repugna
y me hace bajar la cabeza
cuando estoy frente al espejo

Penetrados por la luz (II)




"Ecos" de Isabel Guevara


El miércoles 18 de Abril se bautizó el libro "Ecos" de Isabel Guevara y tuve la dicha de hacer la presentación. Transcribo el texto aquí para invitarlos a que se aproximen a esta poesía tan genuina.





Nomen est omen, el nombre es un signo, este es el título del primer poema de este libro que hoy pone en nuestras manos Isabel Guevara. Este título, este poema, es tan sólo la primera de las muchas claves que Isabel ha colocado, un eco más podríamos decir, de esta poesía que enunciada durante los años, mucho antes que Isabel, hoy nos llega con contundencia y nos interpela. Si no enfrentamos nuestro lado oscuro tarde o temprano nos absorberá, Isabel lo sabe bien y por eso ha decidido recopilar en la primera parte de su poemario aquellos ecos que escuchó en sus excursiones, guiada acaso por “fumarolas cafeinadas” con las que “alucinados / nos perdemos en la noche / sucumbimos”.

Estos primeros textos, bajo el título de “Ecos míos”, son pura declaración, una fe de vida, fragmentos de un curriculum vitae detallado, pero escrito, quién esperaba menos, desde la negación y con un tono sorprendentemente romántico: “no soy quien acaricia a Luna / para producir sus cambios // no impulso / el alba / ni el ocaso // no resido / en la sombra de la luz / o el avatar de las presencias // propongo buscar lobos y osos / descubrir los movimientos capturar los eclipses”. El mantenimiento de este tono, si fuese un mero artificio, sería un logro notable, pero nos llegaría con la frialdad de una rosa de cristal. Muy por el contrario, Isabel mantiene esa voz quebrada, genuinamente imperfecta, hasta la conmoción: “fuego / fuego // abrasa mi agonía / abrasa el poema que no alcanzo”.

En el poema “toque de queda” Isabel incluyó como parte del título, entre paréntesis, la aclaratoria “ars poetica”: nueva sorpresa, ¿es que acaso no es ars poetica cuanto hemos leído hasta ahora?. Volvamos atrás y repasemos: “este es un poema / que se escribe”, “no seguiré de puntillas / caminando veraz / denunciado en la palabra”, “y si al alba / no me bebes / ni me induces / al poema...”. Les propongo que tomemos ese paréntesis de Isabel tan sólo como un recordatorio.

Pero terminamos esta primera parte del poemario, estos “Ecos míos” con la incomodidad del que ha quedado desnudo, porque ese soliloquio aparente nos viene desde el fondo de un espejo y la tristeza, que llega sin ser invitada, reparte el pan para todos. Comprendemos un poco más a William Blake, cuando en sus Canciones de inocencia y experiencia sentenciaba: “¿Puedo ver una lágrima cayendo / y no sentir mi parte de desdicha?”.

A los “Ecos míos” siguen los “Ecos tuyos”. Isabel pasa aquí de la declaración a la observación, instala su caballete, mezcla los colores y con veloces pinceladas (de que otra forma entender “el silencio de la mano”) comienza: “palabra no es / la que con atuendo de ocasión / deseas” y más aun, “tu voz / sin toques de imponencia / como quien dispone el pan / no es la voz del cisne” y cuando las rodillas ya nos fallan, Isabel insiste “el viaje / [...] // más allá del ego / te exige soledad / suspender el camino // [...] // no morirás -no has vivido-”. Golpe tras golpe, con la fuerza del pincel, con la contundencia de la belleza, se desarrolla esta segunda parte del poemario, sin lugar a dudas la más densa, la más exigente, si la abordamos en el tono menor musical que sugiere el prologista.

Pero no todo es diagnóstico en estos “Ecos tuyos”, luego del examen viene el recipe: “cédete a la embriaguez de la noche / y permítele al semidios de la extrañeza vencerte / en su maravilla” y una advertencia que es conveniente guardar: “que lo blando del mendrugo no te aplaque el verso”. Con una construcción audaz, llena de verbos misteriosos que no nos animamos a buscar en el diccionario, Isabel se ubica en el borde semántico al que se asoman aquellos que desean explorar el lenguaje imposible del alma.

“Ecos suyos”, la tercera parte del poemario, nos lleva de paseo al museo de cera de la memoria, alabada y condenada memoria. A la izquierda Sherezada que murmulla “bajo la luna cambiante / inmutable”, mientras Jorge enrolla sus serpientes para que no asusten a los hijos de la tierra que observan desde el otro lado del pasillo. Al fondo, Psique muestra la tablilla con los mandamientos: “sembrar / escribir / procrear”.

“La escritura es un espacio de duelo / entre la fuga y el quebranto”, nos dice Isabel ya en el cierre de su poemario, “Ecos de todos”. Aquí, el telón de fondo es la noche, ese monstruo llenos de ojos, y su banda sonora es el silencio. Como en el poema “Llueve ahora” nos atrevemos a implorar: “¿qué hombre no merece una calle amable, / sin límites de cielo, para su abrasado ardor?”. Pero no hay nada que hacer, el camino es oscuro y en vertical, no importan nuestros deseos, porque en la vida, “en esta esquina invariante donde todos son fieles a los papeles asignados”, tarde nos damos cuenta de la estafa, “no era la noche que se apagaba / por la violencia del sol // no era mirar con otros ojos / ni tocar con otras manos // estafa / era la palabra atada / al cautelo”.

“Ecos de todos”, porque, como dice Isabel “la noche desde su seno // [...] // nos iguala”. Isabel dice noche, pero luego se decide a decir muerte, “aquí / sin distinciones ante la muerte / sólo hay señales desnudas”. George Steiner, de entrada, dice muerte y agrega: “¿Por qué habría de conceder la muerte momentos para un encuentro escogido cuando, en realidad, todos nos encontramos en el mismo camino que conduce hacia ella?”. ¿Que nos queda entonces?, “volver a los griegos / intentarlo / desde el ambiguo juego de la representación”.

Pasamos la página temblorosos, llegamos al último poema, el título : “001”; leemos “uno / solo uno // para redimir la entraña”. Ya no preguntamos mas, sabemos perfectamente a quien se refiere.

He leído la poesía de Isabel Guevara desde hace tiempo y el libro que tenemos entre manos, a pesar de presentarse como una selección, no sólo es una unidad coherente en si misma, sino un reflejo diafano de su autora. Casi agradezco a las circunstancias que fueron preservando inéditos a esos libros de los cuales surgen hoy estos “Ecos”. Quiero creer que estos poemas estaban predestinados a vivir juntos.

Isabel es de esos poetas para los cuales, cito a María Fernanda Palacios, “el poema hace las veces, a un tiempo, de tabla de salvación y de espléndido regalo. Quizá por eso lo reciben como ofrenda y lo viven como un sacrificio”.



Ignoro el tiempo que me atraviesa
y esa eventualidad que es el espacio

mi memoria está hecha
de una sustancia
ajena al espacio y al tiempo

mis recuerdos se codifican en olores
que comprimen el
espacio infinito y su tiempo
en la exacta transición
de un pensamiento

¿Qué soñó Sor Juana?

(1977, Autoretrato en disolución)

La relación que en Occidente existe del alma con el espíritu, con oposición a la razón, nos hace difícil concebir un ejercicio intelectual asociado al sueño y a pensar en el alma como una entidad de conexión con lo místico. Podemos rastrear esta dicotomía alma-razón a lo largo de la tradición judeocristiana, pero para los griegos el alma no sólo tiene facultades racionales, sino que se comunica, en tanto que es conciencia, en términos incluso pragmáticos con el hombre.


Bajo esta concepción estaríamos orientados a decir que “Primero sueño”, a pesar de su título, no puede ser producto de una experiencia onírica: su construcción es excesivamente intelectual, no sólo en la forma sino, sobre todo, en su contenido. Veríamos el sueño, utilizado por Sor Juana para desarrollar su poema, como una metáfora del ensimismamiento, de la profunda meditación, en la que ella se embarcó en busca del entendimiento del orden cósmico y sus orígenes. No es una búsqueda mística la de Sor Juana, es una búsqueda de iluminación a través de la razón.


Pero la búsqueda intelectual que referimos no es de un hombre abstracto, esa búsqueda la aborda Sor Juana desde y con sus referentes: Sor Juana toma su enciclopedia con la esperanza de terminar de dar con esas conexiones ocultas que nos permiten encontrar a dios con la razón. En este sentido, tal como afirma Octavio Paz, es un poema muy personal y su análisis de contexto y referentes es imprescindible si queremos aproximarnos al universo de Sor Juana.


Jung afirmaba que todo lo que sucede en la consciencia puede suceder también de manera inconsciente, atribuyéndole al alma todas las facultades conscientes, entre ellas la razón. En la afirmación de Jung veo un implícito “viceversa” y esto nos lleva a entender que los procesos intelectuales no sufren una detención durante el sueño, para ser retomados al despertar, muy por el contrario se dan de forma continua. La diferencia es que en la vigilia la capacidad evocativa nos lo hace ver con mayor claridad. Por otra parte el sueño, en la concepción platónica en la que Sor Juana se mueve, es un estado en el cual el alma queda liberada de los obstáculos que el cuerpo, sobre todo los sentidos tradicionales y las necesidades fisiológicas, le imponen. Nos aventuraríamos a decir que el sueño, en tanto que incursión en el inconsciente, no sólo es un estado propicio para el ejercicio racional, sino que es más propicio que la vigilia cuando los objetos que sometemos a escrutinio no son percibiles por los sentidos. En el caso de Sor Juana, estos objetos no son ni más ni menos que los elementos constituyentes del cosmos.


El hecho de que “Primero sueño” no sea un poema soñado, tal como afirma Octavio Paz y nosotros hemos tratado de sustentar, en el sentido tradicional, nos lleva a mirar con mucho más cuidado la pregunta que motiva estos comentarios: ¿Qué sueña Sor Juana? Veamos un fragmento del poema, correspondiente a los versos 757 al 769:


Pues si a un objeto solo —repetía

tímido el pensamiento—

huye el conocimiento

y cobarde el discurso se desvía;

si a especie segregada

como de las demás independiente,

como sin relación considerada—

da las espaldas el entendimiento,

y asombrado el discurso se espeluza

del difícil certamen que rehusa

acometer valiente,

porque teme —cobarde—

comprehenderlo o mal, o nunca, o tarde,[...]


Podríamos proponer, con el auxilio de los versos citados, que en efecto Sor Juana no utiliza al sueño como metáfora caprichosa, atractiva, para cubrir a su poema de un aire enigmático. Para las exploraciones que el poema emprende podría haber utilizado las imágenes de la meditación, del cálculo que tan bien conocía, pero elige el sueño y la razón es que el razonamiento consciente, si bien puede abordar elementos individuales, agrupaciones medianamente completas e incluso sistemas, en cuanto nos movemos más en el eje de la complejidad la realidad en estudio se hace inabordable y optamos por su estudio fragmentado.


Este estudio fragmentado no tiene sentido si lo que queremos entender es precisamente el orden cósmico, debemos poder verlo “todo” de una vez para entenderlo, de lo contrario estaríamos condenados (como lo estamos) a contemplar destellos o epifanías escurridizas de ese gran orden. Sor Juana se embarca en “su sueño” en busca de una visión integral e integrada del cosmos. Esta visión no le es permitida sino al alma, al menos esa es su esperanza, y lo expone con claridad en los versos 281 al 291:


[...]

las imágenes todas de las cosas,

y el pincel invisible iba formando

de mentales, sin luz, siempre vistosas

colores, las figuras

no sólo ya de todas las criaturas

sublunares, mas aun también de aquellas

que intelectuales claras son Estrellas,

y en el modo posible

que concebirse puede los invisible,

en sí, mañosa, las representaba

y al alma las mostraba.


Pero la empresa del poema es una empresa fallida. Sor Juana no cae en la tentación de enredarnos en versos que nos hagan suponer que logró lo que buscaba, como muchos lo han hecho, apelando al carácter de inefable de sus visiones. La honestidad intelectual de Sor Juana es de tal magnitud que su fracaso es expresado, en forma reiterada y clara, por ella misma en el poema (v. 827 al 830):


Mas mientras entre escollos zozobraba

confusa la elección, sirtes tocando

de imposibles, en cuantos intentaba

rumbos seguir [...]


Aquí el despertar, no sólo de Sor Juana sino de nosotros lectores presos de su magistral escritura, se hace inevitable ante el fracaso.



But the very senses as they touch
The wind-gloss. Or as daylight comes,

Like Light in a mirroring of cliffs,
Rising upward from a sea of ex

Wallace Stevens



Cuando era niño
me gustaba que el sol me encandilara
cerraba los ojos
y aparecía en mis párpados un caleidoscopio
fugaz e irrepetible


Me mecía en un columpio de madera roja
cada vez más alto
persiguiendo al sol en su agonía
para llevarme su último fulgor
en mis ojos


Sentía entonces caer la noche
la sombra golpeaba mi frente
y penetraba mi cuerpo
-eso lo comprendo ahora
cuando la insolación
no es la respuesta materna
ahora que sé que no es el
sol que sale
sino la
sombra
que entra-


Bastaba el primer leve rayo del amanecer
para sentir el frío huyendo por los dedos


Hoy hago la prueba con la lámpara del techo
-la luz de la mesita es muy leve

y el columpio está roto-
pero el caleidoscopio ya casi extinto
no ayuda a superar el miedo


Urge entonces salir.