¿Para qué limpiar el negativo?


¿Para qué limpiar el negativo?
¿Acaso lo baldío no es suficientemente elocuente?
me permito una metáfora visual,
el fotoperiodismo no es mi fuerte.





Herederos del viento y del sol

Chivera, Caserío San Jorge, Paraguaná, Edo. Falcón, 2010.


No es posible aproximarse a Paraguaná sino desde la contemplación y el asombro. La visión y la memoria se funden y uno ya no sabe si se está frente a un recuerdo o un sueño. No nos habituamos a esta realidad. La fortaleza de Paraguaná reside en la precariedad de su paisaje, esa superioridad que ostenta "lo imposible".

Nadie como Félix Molina ha podido capturar esa paradoja, su portafolio Herederos del Viento y del Sol, que se encuentra en la Biblioteca Nacional, es un documento sobrecogedor acerca de la vida en comunión con la adversidad.

Esta imagen del caserío San Jorge es un torpe homenaje a Félix Molina. De repente, en esa "chivera", una de las imágenes de Félix se me presentó y lo único que pude hacer fue disparar.

A look into the future


«Photographs open doors into the past but
they also allow a look into the future»

Sally Mann

Acaso no para de llover



 
(...)

la noche está clara
          -después de la lluvia.
Y mi amor está desperdigado...

(...)

Hay luces, sí
cantos
profundos cantos
hay la humedad
la lluvia que llueve desde dentro como mi llanto
de lo profundo y lo hondo
llueve, llueve.



(fragmentos de El poema de Hanni Ossott)


 

Los Beatles en iTunes o ¿Money can’t buy me love?



Ayer, 16 de Noviembre de 2010, se anunció que una parte importante del catálogo de Los Beatles estará disponible para descarga a través de iTunes; Steve Jobs lo anunció con un mediático comentario “It’s a long and winding road”, la página de Apple Computers se vistió de Beatle y a mi se me hace difícil contener la indignación. Todo este anuncio, todo este “arreglo”, me sabe a “post”, no sé si “postmodernidad”, o acaso “postdignidad”, no sé, pero sabe a “post”. Que Los Beatles estén en iTunes es una desgracia.

Cuando Apple Records llegó a un acuerdo y le permitió a Apple Computers usar ese nombre, y luego usar el logo de manera compartida, una de las condiciones era que Apple Computers no incursionara nunca en el negocio de la música. Cuando, luego de algunos años, Apple dio a conocer su servicio iTunes, Steve Jobs dijo que ellos no estaban en el mercado de la música, que lo que distribuían era información, bytes, que ciertos aparatos, como el iPod, interpretaban como música.

A muchos devotos (siempre he dicho que Apple Computers no tiene clientes sino seguidores, devotos) les pareció graciosa la respuesta de Jobs, ¡ese tipo es un genio! Los abogados de Apple Records, luego de ver como los tribunales aceptaban el tecnicismo de Steve Jobs, declararon que Los Beatles, a modo de protesta ética, no iban a permitir que su catálogo estuviera en iTunes. Y así fue por años.

Esa era una muestra de dignidad, una postura que recordaba a diario que las trampas no se deben tolerar, que el juego de Apple Computers, con excelentes productos pero con una perversa estrategia de mercado, era peor que cualquiera de las maniobras que tanto habían condenado de Microsoft. En retrospectiva, Bill Gates terminó siendo el chico bueno y Steve Jobs el perverso, despótico, genio del mercado.

A Paul, Ringo y a los herederos de John y George les parece bien el acuerdo. Ringo incluso, siempre tan cool, agregó que de esta forma ya no lo fastidiaban tanto preguntándole por qué no estaban en iTunes.

¿Está mal mantener unos principios a ultranza? ¿Ceder, a favor de un mercado, es lo razonable? ¿Descargarse Come together por US$ 1,29, Abbey Road por US$ 12,99 o el set completo de 13 albumes por US$ 149 es soberbio, maravilloso? ¿Le hacía falta a Los Beatles estar en iTunes? ¿Acaso a Yoko ya no le cuadraban las cuentas? ¿Esto se hubiera dado estando John vivo? No hay respuesta que satisfaga mi desconcierto de fanático. “Inevitable” es un adjetivo que no me satisface. Esta será “A Hard day’s night”.

Susan vino esta tarde

(Susan vino esta tarde. La encontré sentada en la terraza. Miraba absorta al Ávila, con una leve sonrisa. Sus manos reposaban sobre la última página del diario y sus lentes cruzaban diagonalmente una fotografía de sucesos. Me senté a su lado y, sin mirarme, comenzó a hablar, suavemente).

A nosotros los escritores nos inquietan las palabras. Las palabras significan. las palabras apuntan. Son flechas. Flechas clavadas en la piel áspera de la realidad. Pueden llegar a saturarse de mal olor.

¿Qué queremos decir, por ejemplo, con la palabra "paz"? ¿Queremos decir ausencia de conflicto? ¿Queremos decir un olvido? ¿Queremos decir perdón? ¿O queremos decir un profundo hastío, un agotamiento, un vaciamiento del rencor?

Me parece que la mayoría de las personas quieren decir "victoria" con paz. La victoria de su bando. Eso es lo que "paz" significa para ellas, mientras que para los otros significa derrota.

¿Y que queremos decir con "honor"? El honor como un criterio riguroso de conducta privada parece corresponder a una época remota. Pero la costumbre de conferir honores sigue incólume. Conferir un honor es declarar un criterio que se cree compartido. Aceptar un honor es creer, por un momento, que es merecido.

(...)

Pero lo importante no es lo que un escritor dice, sino lo que un escritor es. Como señaló una vez Roland Barthes : "Quien habla no es quien escribe, y quien escribe no es quien es". Y, por supuesto, sostengo opiniones, opiniones políticas, algunas de ellas formadas con base en la lectura y la discusión, y la reflexión, pero no en la experiencia directa.

(...)

Lo que los escritores hacen debería liberarnos, sacudirnos. Recordarnos que podríamos aspirar, siquiera, a ser diferentes, y mejores, de lo que somos. Recordarnos que podemos cambiar.

Y qué entiendo por la palabra "perfección". No intentaré explicarlo, sino que más bien diré que la Perfección me hace reír. Con alegría.



 Susan Sontag. ©2010 José Ramírez

Monóculo visor



Miro por el "monóculo visor" derecho
al norte el Mar Caribe
-el ojo izquierdo llora solo-


lápiz nuevo
se alcanza ver un trazo
y tú sigues repitiéndome
adónde, adónde, adónde


S/T

Desde hace unos días una mariposa enorme, marrón, me persigue. Estoy en el estudio y de repente entra y se detiene en el techo. Me coloco en el sofá de lectura y se posa sobre la lámpara de pie. Siento que me observa, inmutable, pero su mensaje no me llega.

No sabemos qué dice, sabemos qué hace



© David Ramírez

Podemos acercarnos mucho, escrutar cada línea, descifrar la tipografía, buscar "SODA" para justificar el título. Podemos tratar de entrar por el camino de la interpretación y fracasar, o peor, creer que vencimos.

O acaso podemos componer una imagen, hacer que ese ojo flote en nuestro espacio, olvidar lo que quiso decir Braque y mostrar lo que nos dice a nosotros, o mejor, lo que hace en nosotros.


Vargas Llosa también es nuestro héroe


(Artículo publicado en analitica.com : http://www.analitica.com/va/arte/oya/3266405.asp)


En el año 1982, un auditorio repleto en la Universidad Católica escuchaba con admiración el siempre enérgico verbo de Mario Vargas Llosa. Era reciente el anuncio del Nóbel para Gabriel García Márquez y, más que los comentarios sobre La casa verde o La ciudad y los perros, recuerdo vivamente como Vargas Llosa se refirió a ese premio. Dijo que, si bien Cien años de soledad era una obra maestra, la obra de García Márquez estaba en formación y el Nóbel debía haber sido para Borges. Ya teníamos varios años esperando el “año de Borges” y seguimos esperándolo en vano, hasta su muerte. 


En retrospectiva, Vargas Llosa tenía razón: Cien años de soledad es una obra sin par, una obra maestra, pero la obra de García Márquez, en el tiempo, no se ha sostenido; como acaso si lo hizo la obra de Octavio Paz. Pero esto es otra historia.


Cuando se anunció el Nóbel para Vargas Llosa era inevitable que surgieran los comentarios sobre Borges, algunos muy “distraídos” como los de Federico Andahazi, que calificó de injusto el premio, añadiendo que “aquello que no se le perdonó a Borges, se le perdonó en demasía a Vargas Llosa”, y cerrando amargamente con  (Vargas Llosa) es un personaje cuyos méritos literarios son discutibles”.


Andahazi se confunde al pensar que la injusticia es una propiedad transitiva de los premios o acaso una enfermedad que adquieren los galardonados. Lo de Borges fue una injusticia, quién lo duda, pero eso no convierte en injusto el Nóbel a Vargas Llosa, a Camus, a Szymborska o a Paz. La obra siempre debe estar por encima de los autores, parafraseando a nuestro Guillermo Sucre.


Las primeras declaraciones de Vargas Llosa, que yo esperaba con angustia, fueron la muestra de la coherencia que define a aquellos que no se dejan vencer por las circunstancias: “Me avergüenza recibir el Nobel que no recibió Borges”.


Sin estridencias, con fina mesura, Vargas Llosa dijo más con el silencio entre esas 9 palabras, que lo que muchos han expresado en estudios infinitos. Sin Borges él, Vargas Llosa, no hubiera tenido obra, ni Nóbel. Sin Borges, el Nóbel perdió más que lo que perdió Borges.


Nos quedamos esperando ese discurso de aceptación de Borges; nos imaginamos una y otra vez esas palabras posibles. Pero esas 9 palabras de Vargas Llosa han serenado esa espera imposible, la han cerrado.


En nuestro país, sumergido en el fango del día a día, en la desgracia del monotema; los comentarios que circulaban hacían referencia a las descalificaciones que años atrás nuestro presidente había hecho de Vargas Llosa. Descalificaciones a las que respondimos con otras descalificaciones, deslizándonos por la pendiente de los antagonismos, alimentando la barbarie y la mediocridad que nos ahoga y nos gobierna.

Pero Vargas Llosa es un Nóbel especial, un escritor con una obra inmensa que nunca ha perdido la conexión con su tiempo y no duda en utilizar la palabra, más allá de las fronteras de la ficción, para denunciar la tiranía y la injusticia, para defender la democracia en iguales términos, con idéntica maestría, como lo hace con sus complejos personajes.

La casa verde” y “La ciudad y los perros” las leí con asombro, acaso con inexperiencia. “La tía Julia y el escribidor” me enseñó cómo es posible romper la barrera entre la realidad y la ficción, sumergiéndonos en la ficción, que termina siendo el territorio de la verdad.  “Lituma en los andes” a ratos me resultó de una crudeza inaguantable, pero me abrió los ojos a una realidad inaccesible para mí, la de sendero luminoso; la evidencia de una lucha que, iniciada sobre bases reivindicatorias, se extravió en los senderos poco luminosos de la crueldad.


Vargas Llosa en su vida pública, en sus artículos de prensa y en sus declaraciones, jamás se arropa con la cobija de la ambigüedad, para ser políticamente correcto y proteger su obra literaria. Su obra no termina en sus libros, el Nóbel no es sólo por sus libros, sino por todo aquello que ha construido con la lengua. La academia sueca lo dejó claro al indicar, en el veredicto, que el premio a Vargas Llosa se le otorga por su “cartografía de las estructuras del poder y aceradas imágenes de la resistencia, la rebelión y la derrota del individuo”.

Susan Sontag (siempre regresamos a Susan) en una emocionada carta pública, 10 años después de la muerte de Borges, le decía que lo extrañaba y lo calificaba de “nuestro patrón y nuestro héroe”. Vargas Llosa no ha muerto, no puede ser nuestro patrón; pero también es nuestro héroe, nuestro campeón, sin duda.




Caracas, ciudad

© Daniela Ramírez

Todo término encierra un deseo, una proyección, una visión o una convención. Cuando nos referimos a Caracas como ciudad, siento que estamos en la obligación de añadir la aclaratoria de "a falta de un mejor término". Caracas, como ciudad, es una abstracción.

Vivo en Caracas y la he caminado casi a diario; claro está, como se puede caminar Caracas: por fragmentos, de calle en calle, hasta que se nos atraviesa una autopista. Santa Rosalía, donde nací, es hoy algo que elude a una definición más precisa que la de "sector", algo entre unos límites más o menos definidos, entre el Güaire y dos calles; más allá es otro sector, sin carácter, sin personalidad, sin particularidad.

Voy con frecuencia a la zona cercana al Panteón nacional, me estaciono, camino hacia el sur, paso por la avenida Urdaneta y sigo hacia el centro originario de Caracas. Allí uno siente cierta estabilidad, menos demolición, ciertamente; igual que en Catia: uno va al mercado, ve el piso de granito con el "Mercado de Catia" escrito y siente que está sobre algo que ha probado su condición y merece una definición.

En la caótica red de escaleras de Catia se siente cierto esquema, cierta lógica, la lógica del recorrido, la lógica del transeunte, se percibe una existencia ciudadana.

Podemos descubrir así otros fragmentos y entonces soñar que tenemos una ciudad, si así lo queremos.

¿Bella?¿Cómo es posible sostener ese adjetivo? El Ávila es bello, el cielo es bello, mi jardín es bello, el mar es bello. Pero "la ciudad", el conjunto visible, la mancha urbana, la urbe, es horrible, sucia, desordenada, improvisada; es una cosa que se resiste a una idea.

¿Qué es primero la ciudad o el ciudadano? vemos aquellas ciudades que nos sirven de paradigma: Berlín, París, Bogotá, Buenos aires, Madrid, Chicago, Lisboa, Nueva York y sentimos que, más allá de las deficiencias - que en muchos casos están a nivel de caprichos para nosotros - existe una lógica basada en la habitabilidad, en la transitabilidad, en la vida ciudadana.

Voy al Calvario, observo el Oeste desde el piso 24 del Banco Central de Venezuela, recorro Altamira o la Universidad Central y siento que había ciertas ideas, que alguien tenía un plan, pero que, o no lo escribió o no se ha leído, no se le ha hecho caso, en fin, se quedó en algún lugar del pasado y hoy es sólo una intuición.

No hay nada en lo macro, ni tampoco en lo micro: no se vislumbra un plan coherente, pero tampoco lo que existe mantiene su forma; no hay alumbrado, no hay aceras, no hay defensas en las vías llamadas autopistas, no hay paradas para el transporte público.

No existe la monotonía de lo habitual, de lo permanente, de lo lógico. Ser caraqueño es una definición siempre provisional, que requiere de múltiples coletillas y que termina con una mueca.




Homenaje

(Este relato es de la vida real, he omitido los nombres y los lugares para proteger a los inocentes. Este texto tiene fines enteramente catárticos, es decir, es una descarga)


Una de dos, o acaso las dos, me he vuelto intolerante o nuestros eventos literarios se han vuelto insufribles. El problema es mío, enteramente mío, no me conecto y progresivamente la superficialidad, la falta de forma, me genera una angustia: me angustia que algún día lleguen a gustarme los eventos como el de hoy, que algún día deje de sentirlos mediocres.

No formo grupos temáticos, ni siento la necesidad de expresarme en grupo; los grupos, para mí, son una cuestión de afecto, los forma y los mantiene el afecto. Hablo desde mis creencias y experiencias, como cualquiera. Creo que las ideas se comparten, pero el grupo mata las ideas, las homogeiniza, las vuelve planas. El grupo temático se convierte en un flujo de complacencias, en un masaje colectivo.

Los grupos temáticos organizan eventos, a los que casi nunca voy, pero algún homenaje atrae cuando el homenajeado es alguien singular, cuando su obra ha sido especial y el agradecimiento nos moviliza. Asistimos a la convocatoria y esperamos, o deseamos, algo igualmente singular.

No comenzamos a la hora, bueno, asumámoslo como rasgo exótico, injustificable, pero tan reiterado que se ha impuesto con la fuerza invencible de la costumbre.

Comienza y desde el mismo inicio el que habla dice que lo que iba a leer no lo va a leer, que lo que esperábamos no va a ser y entonces arranca una secuencia de lecturas, sin un hilo conductor, ni temático, ni estilístico y leídas impropiamente (con 2 escasas excepciones). No faltan, como debe ser, las lecturas espontaneas, no planificadas (porque intuimos que había un plan), que a decir verdad resultaron las mejores.

Mientras se sucedían las perpetraciones, los organizadores caminaban, chateaban, comentaban con el de al lado. Mi vecina, sin duda una fan del homenajeado, sacaba fotos y producía un constante "tic, tic, tic" al chocar sus uñas con el teclado de su BlackBerry.

Resultado: 2 horas de vacío, del que nos hizo consciente los destellos de contenido que el homenajeado se permitió compartir. Al final los 5 minutos del apretón de manos, del abrazo, del afecto me permitieron salir con una sonrisa.

Luego de esta reseña catártica puedo regresar, sin peso y con gusto, a los textos que se perpetraron, ese será mi humilde y solitario homenaje: la lectura silenciosa y reverencial.

Helmut Newton - A gun for hire


Más allá del escándalo, la ironia, la erótica y la trasgresión; Helmut Newton es un clásico que logró interpretar su tiempo con la perspectiva necesaria para mostrárnoslo de una manera distinta, es decir, artísticamente, a través de una expresión contundentemente moderna.

En este enlace coloqué una charla que dicté hoy: Helmut Newton - A gun for hire.

No necesitamos al gobierno


(Para la lectura pausada del siguiente poema de John Cage sugiero la audición de la pieza  4' 33", del mismo Cage, dando "play" al reproductor antes de comenzar a leer)  









No necesitamos al gobierno
necesitamos las utilidades
aire, agua, energía ,
los medios de transporte y de comunicación,
comida y refugio
no tenemos la necesidad de cordilleras imaginarias
entre naciones separadas.

Podemos hacer túneles a través de lo real.
No tenemos necesidad alguna de la continua división de la gente
entre quienes tienen lo que necesitan y quienes no. 


Ambos Füller y Marshall McLuhan
 

Es sabido, además
el trabajo es ahora obsoleto
hemos inventado las máquinas para hacerlo por nosotros.
Ahora que no tenemos ninguna necesidad de hacer algo
¿Qué haremos?

Mirando el mapa mundial geodésico de Fuller
vemos que la Tierra es una sola isla, Oahu.
debemos darles a todas las personas todo lo que ellos necesitan para vivir
de algún modo ellos lo merecen.

Nuestras leyes actuales protegen al rico del pobre.
Si es que tiene que haber ley, nosotros necesitamos aquella que
comience con la aceptación de la pobreza como un estilo de vida.
debemos hacer un mundo seguro para los pobres sin depender de los gobiernos.



John Cage

Tomando un café con Clarice

(Transcribo este diálogo, que en realidad, salvo por mi presencia física, fue un monólogo: Clarice hablaba y yo la miraba. Su voz, van a perdonarme, pero ante la imposibilidad de dar una descripción que le haga justicia a ese sonido, opto por un pudoroso silencio.

Uno a este silencio otras descripciones, que ya en este momento están demasiado atadas a mis párpados. Igualmente omito las preguntas que le hice, sus respuestas fueron lo más importante. Todo ocurrió en la tarde del Domingo 19 de Septiembre de 2010.)


Saudade es un poco como el hambre. Sólo ocurre cuando se come la presencia. Pero a veces la saudade es tan profunda que la presencia es poco: se quiere absorber a la otra persona toda. Estas ganas de uno ser el otro para una unificación completa es uno de los sentimientos más urgentes que existen en la vida.

(...)

Cuando me sacaron los puntos de la mano operada, por entre los dedos, grité. Lancé gritos de dolor, y de cólera, pues el dolor parece una ofensa a nuestra integridad física. Pero no fui tonta. Aproveché el dolor y grité por el pasado y el presente. Y hasta por el futuro grité, mi Dios.

(...)
 
Ah, si lo hubiera sabido, no nacía, ah si lo hubiera sabido, no nacía. La locura es vecina de la más cruel sensatez. Engullo la locura porque me alucina calmadamente (...) Dime por favor qué hora es para saber que estoy viviendo ahora (...) Te voy a contar un secreto: la vida es mortal. Nosotros mantenemos ese secreto con mutismo cada uno ante sí mismo porque conviene, si no sería convertir a cada instante en mortal (...) El futuro es mío en tanto yo viva. En el futuro habrá más tiempo para vivir y, de carambola, para escribir. En el futuro se dice: si lo hubiera sabido, no nacía.

(...)

No, voy a decir la cruda verdad. Lo que él dijo fue "¿Vamos a dar un paseíto?". Por qué paseíto jamás se me dio el tiempo de saberlo. Y he ahí que de inmediato, de una altura de millares de siglos, rodó con estruendo la primera piedra de una avalancha: mi corazón (...) ¿Paseíto? Así también le decían a Caperucita Roja, que recién tarde se cuidó de cuidarse (...) Después que el Hombre se retiró, heme a salvo y todavía asustada (...) Estaba alegre y revolucionada, pero era por el miedo. Pues estoy a favor del miedo. Pues ciertos miedos, aquellos no mezquinos y que tienen raíz inextirpable, me vienen dando mi más incomprensible realidad.

(...)

Pero existe la vida que es para ser intensamente vivida, existe el amor. Existe el amor. Que tiene que vivirse hasta la última gota. Sin ningún miedo. No mata.





Clarice Lispector. ©2010 José Ramírez

Me rindo

"Images of broken light which
dance before me like a million eyes
That call me on and on across the universe
Thoughts meander like a
restless wind inside a letter box
they tumble blindly as
they make their way across the universe"

Beatles, Across the universe



Carta a Borges

(Tomada de la colección de ensayos "Cuestión de énfasis" de Susan Sontag. Creo apropiada la re-lectura atenta de esta carta, en tiempos en que la digitalización es vista como panacea y en que la tradición está tan subvalorada)



13 de junio de 1996
Nueva York




Querido Borges:

Dado que siempre situaron su literatura bajo el signo de la eternidad, no parece demasiado extraño dirigirle una carta. (Borges, ¡son diez años!) Si alguna vez un contemporáneo pareció destinado a la inmortalidad literaria, ése fue usted. Fue en gran medida el producto de su tiempo, de su cultura y, sin embargo, supo cómo trascender su tiempo, su cultura, de un modo que parece del todo milagroso. Esto tenía algo que ver con la amplitud y la generosidad de su atención. Fue el menos egocéntrico, el más transparente de los escritores, así como el más ingenioso. Algo tuvo que ver asimismo con una pureza natural de espíritu. Aunque vivió entre nosotros durante un tiempo más bien largo, perfeccionó las prácticas de la exigencia y la indiferencia que también lo convirtieron en un experto viajero mental a otras eras. Tuvo un sentido del tiempo diferente del de los demás. Las ideas comunes de pasado, presente y futuro parecían nimias bajo su mirada. A usted le gustaba decir que cada momento del tiempo contiene el pasado y el futuro, citando (según recuerdo) al poeta Browning, que escribió algo así como “el presente es el instante en el cual el futuro se derrumba en el pasado”. Eso, por supuesto, era parte de su modestia: su gusto por encontrar sus ideas en las ideas de otros escritores.

Esa modestia era parte de la seguridad de su presencia. Fue un descubridor de nuevas alegrías. Un pesimismo tan profundo, tan sereno como el suyo no precisaba de indignación. Más bien, tenía que ser inventivo... y usted era, sobre todo, inventivo. La serenidad y la trascendencia de la identidad que usted encontró son, para mí, ejemplares. Usted demostró que no es necesario ser infeliz, aunque se pueda ser completamente esclarecido y desengañado sobre el terrible estado de todo. En alguna parte usted dijo que un escritor –delicadamente agregó: todas las personas– debe pensar que toda cosa que le sucede es un recurso (Estaba hablando de su ceguera.)

Usted ha sido un gran recurso para otros escritores. En 1982 –es decir, cuatro años antes de su muerte– dije en una entrevista: “En la actualidad no hay otro escritor que importe más a otros escritores que Borges. Muchos dirían que es el escritor vivo más importante... Muy pocos de hoy no han aprendido de él o lo han imitado”. Eso sigue siendo cierto. Todavía seguimos aprendiendo de usted. Todavía lo seguimos imitando. Usted le ofreció a la gente nuevas maneras de imaginar, al tiempo que proclamaba una y otra vez nuestra deuda con el pasado, sobre todo con la literatura. Afirmó que le debemos a la literatura casi todo lo que somos y lo que hemos sido. Si los libros desaparecen, desaparecerá la historia y también los seres humanos. Estoy segura de que tiene razón. Los libros no son sólo la suma arbitraria de nuestros sueños y de nuestra memoria. También nos ofrecen el modelo de la propia trascendencia. Algunos creen que la lectura es sólo una manera de evadirse: una evasión del mundo diario “real” a uno imaginario, al mundo de los libros. Los libros son mucho más. Son una manera de ser del todo humano.

Lamento tener que decirle que los libros en la actualidad son considerados una especie en extinción. Por libros también quiero decir las condiciones de la lectura que posibilitan la literatura y sus efectos en el espíritu. Pronto, nos dicen, tendremos en “pantallas-libros” cualquier “texto” a nuestra disposición, y se podrá cambiar su apariencia, formularle preguntas, “interactuar” con él. Cuando los libros se conviertan en “textos” con los que “interactuamos” siguiendo criterios utilitarios, la palabra escrita se habrá convertido simplemente en otro aspecto de nuestra realidad televisada regida por la publicidad. Éste es el glorioso futuro que se está creando, y que nos prometen, como algo más “democrático”. Por supuesto, ello implica nada menos que la muerte de la introspección... y del libro.

Esta vez no habrá necesidad de una gran conflagración. Los bárbaros no tienen que quemar los libros. El tigre está en la biblioteca. Querido Borges, créame que no me satisface quejarme. Pero ¿a quién podrían estar mejor dirigidas estas quejas sobre el destino de los libros –de la lectura misma– que a usted? Todo lo que quiero decir es que lo echamos de menos. Yo lo echo de menos. Su influencia decisiva continúa. La época en que ahora estamos entrando, este siglo 21, pondrá a prueba al espíritu de maneras nuevas. Pero, se lo aseguro, algunos no vamos a abandonar la Gran Biblioteca. Y usted seguirá siendo nuestro patrono y nuestro héroe.

Susan


 
Susan Sontag por Annie Leibovitz

El cuarto de al lado



A Krina Ber



“Ni siquiera pude despedirme de él”.


Esta frase, con la que Krina me recibió en el velorio de su esposo, no me ha soltado. Fernando murió durante el sueño, un paro respiratorio solitario, mientras Krina escribía en el cuarto de al lado la novela que le había prometido terminar.

No era nueva esa imagen de abatimiento de Krina; esos ojos perdidos los he visto antes, incluso en el espejo, cuando es imposible obtener respuestas, pues las preguntas no están claras. Lo que si era nuevo era esa oscuridad en su mirada, que siempre dejaba pasar una chispa de futuro a través del velo de descreimiento polaco que la envuelve.

Un día antes mi esposa me había comentado que, por alguna razón inaccesible, había releído el cuento “Amor” con el que Krina ganó el concurso de cuentos 2007 de “El Nacional”. Me dijo que, más que leerlo, lo había vivido y llorado intensamente. La noche de ese día recibí el mensaje de la muerte de Fernando, protagonista de ese cuento maravilloso.

¿Nos ahogamos o flotamos? Acaso nos sometemos al rigor de la corriente o nos tomamos con firmeza de una rama, hasta que se quiebre y nos devuelva al devenir del río. Y es que nos empeñamos en someter los hechos a un riguroso análisis causal. “Todo pasa por una razón”, le dijo una amiga para consolarla, y añadió el tópico fatídico “sólo dios sabe…”.

“José, ¿tú crees en dios?”, me preguntó Krina con una mirada casi infantil. Me pareció inapropiada una respuesta extensa y opté por una mueca que pretendí que significara “acaso no en el dios del que habla esta señora”. ¿Cómo podemos creer en un dios de certezas?, ese dios es imposible para mi, prefiero aferrarme a un dios incompleto, de enigmas, un dios como el de Rilke que, más que creador, es creado por nosotros y, por lo tanto, es un dios personal, incompartible, un dios esquivo a la razón pero cercano a nuestro ser.

Krina iba y venía, miraba al techo de la capilla, se aferraba al diseño de ese techo, buscaba a su nieta, saludaba una y otra vez a los amigos, acaso buscaba las preguntas necesarias, el punto de partida para alguna respuesta, la que sea, que permitiera el reposo.

La fe no puede ser abandono, sinónimo cruel de esperanza; no para mí, no para Krina. La fe se parece a ese escribir doloroso, a ese empeño que en la soledad intentamos, mientras que en el cuarto de al lado el destino nos espera con otro enigma.

Esto no es ni ciberliteratura ni ciberfotografía

UCV, 2010

La poesía nos tiende su manto protector
nos cobija con la ambigüedad, pero
cuando en el poema no hay poesía
se escucha el rechinar de nuestros dientes

Watch your step




La muerte es acaso el menor de los castigos


mañana no será otro día, pero nosotros
nosotros si seremos otros
con memorias disfuncionales
condenados a un eterno comienzo
ante la amenaza de la aniquilación

Pinhole day




The Bamboo forrest viewed from my window
(This photo was selected for The annual Worldwide Pinhole Photography Day exhibition:  http://bit.ly/8Zv7lN )




My Daugther Daniela won the athletic competition in the school

La máquina del tiempo

(Este "post" será en español, porque la ropa sucia se lava en casa)





Apunto la Polaroid al cielo y ese árbol
más contemporáneo que nunca
regresa a un tiempo en que la niebla era plácida,
el aire fresco y la mayor estridencia
era la de las chicharras

aves de locura cruzan el cielo
las apunto para convertirlas en guacamayas

pero no salen en la foto y aparecen
dentro de mis oídos
ecos de voces incomprensibles
marchas paranóicas y gritos
salpicados de saliva

gritos contemporáneos como nunca