Esa noche Armando Rojas Guardia hizo una presentación de una lucidez sobrecogedora. Le pedí el manuscrito, ofreciéndome a trascribirlo. Uno debe siempre escuchar a sus instintos (¿alma?). Pasé dos noches trascribiendo y corrigiendo, a través del teléfono con Armando, el texto que luego se publicaría en el Papel Literario. Hoy me siento agradecido.
Noches más tarde de esa de Luz Oval estábamos en El Hatillo en una lectura de poemas de Armando. Allí leyó, como siempre lo hace, su "Mística del árbol":
Al regresar de El Hatillo Victoria de Stefano me comentaba que para su obra el árbol también era esencial y recordaba a un compañero furtivo de caminatas por el Parque del Este, un chino, que le enseñó a abrazar a los árboles.
Hoy sentí caer tristes hojas de las ramas de mi corazón, cuando finalmente todo esto se reveló, se conectó. Llegué temprano a la UCV y antes de mi clase me fui a una esquina de la "tierra de nadie" a abrazar a un árbol, como lo hice aquella noche de Luz Oval.
La flor deja que el mundo hable...
Elizabeth Schön