Desde que se el movimiento "slow food" surgió en Italia como reacción al "fast food", la onda expansiva de esos principios que promovían el disfrute sosegado de la comida ha penetrado en otros ámbitos de la vida en la ciudad.
La filosofía slow, que aplicada a la organización y planificación de la ciudad es conocida como "Cittaslow" por su origen italiano, promueve la desaceleración de las actividades humanas, el rechazo a la inmediatez obsesiva y el fomento de la creación de un balance que permita tomar control del tiempo en favor de las actividades recreacionales, artísticas y de intercambio humano.
El "Slow art" es una de las manifestaciones más interesantes del movimiento slow y postula la liberación del proceso creativo de los engranajes de los medios: calma en la creación y calma en el disfrute del arte. La angustia del artista, asociada a una necesidad expresiva que lo tortura, no debe verse agravada por la tiranía de los medios, incluyendo las redes sociales. El arte no es una ocupación, sino una vocación y una devoción.
Desde el punto de vista slow, que comparto plenamente, ese "hacer todo a toda hora" de nuestra sociedad digital, es un camino hacia la degradación del individuo y es una forma de vida no sustentable.
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