Nos mudamos

Walken Evans, "Traffic arrow"



www.joseramirezphoto.com

Allí progresivamente se integrarán el blog y el trabajo fotográfico. Los espero.



"El crepúsculo de las máscaras" de Michel Tournier

No están mal estas ristras, pero tipearlas sería demasiado...


Como la música de Jazz

El precepto de que toda forma de arte debe aspirar a la grandeza de la música, si bien es asimilable a cierto nivel de abstracción, no ha sido fácil, al menos para mí, su aprehensión. Acaso me aproximé a ello, un poco, en la medida en que he compartido la evolución musical de mi hija, ahora de 10 años, pianista, y que al leer partituras antes de leer párrafos de letras me hizo reflexionar sobre el carácter intrínseco de la música, su elevada humanidad.

Pero a veces las búsquedas terminan en encuentros en los que sientes que tú eras el buscado.

Desde que vi la exposición "Las Italias de Caracas", en el TAC, pensé que era algo que debía ver con Franco Sofía, mi tío político (en las familias italianas todos los mayores sin parentesco claro terminan siendo tíos y por ende los menores somos sobrinos), constructor italiano y poseedor de un cariño y sensibilidad conmovedores.

Llevé a Franco ayer a ver la exposición y terminó siendo la mejor visita guiada que he tenido; era como si Franco volteara los posters y me permitiera leer lo que está escrito al dorso: lo importante de Gasparini, las manías de Morandi, el truco casi imperceptible en el pórtico de la casa Italia o el gran ventanal de "Los Borges" que "lástima que apunte al Oeste".

El amor por el detalle, la importancia de entender los materiales, las formas, no dejar que los cálculos superen a la intuición, todas dimensiones, quién puede negarlo, del verdadero arte.

Finalmente nos quedamos un largo rato frente al mosaico de fotografías que, al final de la exposición, quiere reconocer el trabajo anónimo de tantos italianos que obraron un rótulo, una reja, un pasamanos, un dintel, un piso. Franco se detuvo frente a la fotografía de un piso hecho de baldosas rotas y me explicó que ese piso se concebía y construía en el lugar, haciendo una mezcla y luego colocando baldosas rotas, dejándose llevar por las formas y los colores. Pero añadió una frase definitiva para mi entendimiento de la música como arte supremo.

Tratando de explicarme la construcción de ese piso Franco se volteó y me dijo, con sus ojos brillantes, "ese piso es como la música de Jazz".


Biografías

Evito las biografías. Esto lo repito casi a diario. Insisto en ellos cuando mis alumnos me preguntan por detalles personales de algún artista o fotógrafo (no vamos a tocar esta distinción por el momento). Hay excepciones: Georgia O'Keeffe, Man Ray, Leni Riefenstahl, otras pocas. En ningún casi he leído los detalles biográficos por morbo, tampoco para buscar claves o recetas, los he leído como una especie de tributo.

Acaso la biografía es la constatación de una existencia y allí debe residir mi fobia. La mia es una biografía absurda, llena de trochas, bajadas, túneles, callejones sin salida. Puede que exista una forma de explicar lo que hago en este momento, pero les aseguro que no es a través de mi biografía. Aunque los psiquiatras (analistas) son expertos en ello, pero siempre me ha parecido que sus conclusiones se parecen a llenar un crucigrama luego de que hemos consultado la respuesta.

Hace unos días estábamos en Coro, iniciando un recorrido fotográfico a Paraguaná. Por capricho quise que el recorrido iniciara en el cementerio judío de Coro. Allí nos encontramos con la tumba de Hanah Curiel, quien inauguró este austero lugar.

El conmovedor epitafio-biografía de Hanah Curiel bien vale otra excepción.


Una fotografía muda

Nadie como Clarice Lispector para ocultarse tras la voz de un escritor tomado por un relato, por un personaje marginal, una casi inexistente “norestina”, de nombre Macabea, inconsciente de su condición y para mantenernos caminando sobre el filo de la pena, sin posibilidad de llanto ni de risa, sintiendo que se nos vacía el cuerpo, que las ideas nos abandonan y que el sentir, único hecho posible, nos obliga a asirnos a las tapas del libro sin esperanza.

Las poco más de 60 páginas de “La hora de la estrella” nos presentan una geografía psíquica en la que la nada no deja espacio para la carencia, y donde la soledad es algo tangible. Macabea solo puede ser llevada a la muerte, a esa hora estelar, tras sacarla de ese terreno cercano a la santidad en donde habita y hacerla mínimamente consciente de sus carencias, mostrándole la forma de un futuro.

Clarice nos (me) regala una de esas imágenes que valen una vida, la de un relato “hecho de palabras”, sin argumento ni plan alguno, como una “fotografía muda” que muestra lo que es así, simplemente porque es así. “Cuando se presta una atención espontánea y virgen de imposiciones, cuando se presta atención, la cara lo dice todo.”

Y tanto documentalismo fotográfico, tanta lectura de imágenes, tanto análisis queda en suspenso, bajo custodia, hasta que la razón pague la fianza y nos regrese a terrenos más seguros. Pero esa seguridad sólo nos la da la mentira, la explicación plausible, no la verdad, ya que “la verdad es siempre un contacto interior inexplicable. La verdad es irreconocible”.


Clarice Lispector. ©2010 José Ramírez

Es una gran suerte

Es una gran suerte
no saber del todo
en qué mundo se vive.

Sería necesario
haber vivido mucho tiempo,
mucho más
de lo que existe el mundo.

Para comparar, siquiera,
habría que conocer otros mundos.

Olvidarse del cuerpo,
que nada hace tan bien
como limitar
y crear dificultades.

Por el bien de la investigación,
para tener una imagen clara
y conclusiones definitivas,
habría que elevarse sobre el tiempo
en el que todo corre y da vueltas.

Desde la perspectiva,
adiós para siempre
detalles y episodios.

Llevar la cuenta de los días
tendría que parecer
un acto sin sentido,

echar cartas al buzón,
un capricho juvenil,

el letrero "prohibido pisar el césped",
un letrero demencial.




Wislawa Szymborska
(02/07/1923  -  01/02/2012)

Paul Valéry "En el centenario de la Fotografía"

  • La Fotografía acostumbró a los ojos a esperar aquello que debían ver, y los instruyó a no ver lo que no existe y que veían claramente antes de ella.
  • Se diría incluso que, en las publicaciones, la imagen está tan celosa de suplantar a la palabra que se apropia de algunos de sus vicios más enojosos: facilidad y prolijidad. Me atrevería a agregar que la fotografía se atreve incluso a practicar la mentira, gran y siempre floreciente especialidad de la palabra.
  • Ciertamente debemos confesar que no podemos abrir los ojos sin estar inconscientemente dispuestos a percibir una parte de los objetos que están frente a nosotros, y a ver otras cosas que no están ahí. El cliché viene a reparar tanto nuestro error por carencia como nuestro error por exceso: nos muestra aquello que veríamos si fuéramos sensibles a todo lo que nos imprime la luz, y solo a lo que ella nos imprime.
  • La lengua cuenta con más de un término que lo atestigua. Hablamos, en sentido figurado, de claridad, de reflexión, de especulación, de lucidez, y de ideas; y disponemos de toda una retórica visual para uso del pensamiento abstracto.
  • ¿Qué emoción más filosófica que aquella que se puede experimentar bajo esa luz roja tan diabólica, que hace del fuego de un cigarrillo un diamante verde, mientras esperamos con ansiedad la llegada del estado visible de esta misteriosa imagen latente sobre cuya naturaleza la ciencia aún no se ha puesto definitivamente de acuerdo?
  • ¿No será necesario, a partir de ahora, definir el universo como un simple producto de los medios de los cuales disponga el hombre en cada época histórica para tener conocimiento de los acontecimientos, indefinidamente variables o distantes?
  • Si el número de estrellas acaba siendo una noción inseparable de los procedimientos que fijan ese número en un momento determinado y permiten censarlo, y, si se tienen en cuenta los perfeccionamientos acumulados, casi cabría decir que ese número del universo es una función del tiempo.

Ristras del discurso pronunciado, en calidad de delegado de la Academia Francesa, con motivo de la ceremonia de "Conmemoración del centenario de la aparición de la Fotografía en el mundo" celebrada en el gran anfiteatro de La Sorbona. París, 7 de Enero de 1939.

Gerd Leufert

En Diciembre del año 2011 llevamos a los estudiantes del taller de "Análisis de la imagen" del CiEF al archivo audiovisual de la Biblioteca Nacional. Allí, gracias a la mediación de Vilena Figueira, profesora del CiEF y amiga, pudimos hacer un recorrido profundo y revisar portafolios de Félix Molina, Gerd Leufert, Ricardo Armas, Alfredo Boulton, entre otros.

"Penthouse B" de Gerd Leufert lo conocía parcial y superficielmente; poder revisarlo de forma íntegra, tener acceso a cada copia, acercarme y alejarme del papel, sentir su aroma, entrar en ese ritmo caprichoso del paso de las hojas me conmocionó. La temática, los sujetos, su intimidad, me conmovieron profundamente. Es un trabajo grande.

Buscando luego en el "archivo vertical" de Gerd Leufert (llaman así a una carpeta que agrupa documentos biográficos, reseñas y otros materiales no fotográficos) me encontré con dos joyas: un texto de Victoria de Stéfano y otro de Miguel Arroyo, sobre "Penthouse B" y la obra de Gerd Leufert. Me refiero a originales, mecanografiados y anotados por Victoria y Miguel. No tengo palabras justas para describirlos. Se los dejo en PDF:



Ristras de "Breve historia de la Fotografía" de Walter Benjamin

  • "... El hombre ha sido creado a imagen y semejanza de Dios, y ninguna máquina humana puede fijar la imagen divina. A lo sumo un artista entusiasta, exaltado por una inspiración celestial, podrá atreverse a reproducir, en un instante de suprema consagración, por orden de su genio y sin ayuda de máquina alguna, los rasgos divinos del hombre¨. Se expresa aquí con toda su pesada tosquedad ese concepto trivial de "arte", al que toda consideración técnica le es ajena, y que presiente su fin ante la provocadora llegada de la nueva técnica. Sin ser plenamente conscientes de ello, los teóricos de la Fotografía lucharon durante casi un siglo contra ese concepto fetichista y fundamentalmente anti-técnico; sin llegar desde luego al más mínimo resultado, pues se limitaron a defender al fotógrafo ante el tribunal que la propia Fotografía desacreditaba.
  • ... Porque la naturaleza que habla a la cámara es distinta de la que habla a los ojos, distinta, primero, porque, en lugar de un espacio consciente predispuesto por el hombre, aparece un espacio tramado de inconsciente.
  • La Fotografía... con sus recursos, el ralentí o el aumento, nos la revela. Sólo gracias a ella descubrimos ese inconsciente óptico, igual que sólo gracias al psicoanálisis descubrimos el inconsciente pulsional.
  • La diferencia entre técnica y magia no es sino una variable histórica.
  • Del rostro emanaba un silencio que rodeaba la mirada (a propósito de los retratos de David Octavius Hill).
  • Pero la verdadera víctima de la Fotografía no fue, sin embargo, la pintura de paisajes, sino el retrato en miniatura.
  • "El violinista debe crear la nota, debe buscarla, encontrarla en un destello, mientras al pianista le basta tocar una tecla y la nota resuena. Tanto el pintor como el fotógrafo disponen de un instrumento. Pero si el dibujo y los colores del pintor son como la creación del violinista; el fotógrafo comparte con el pianista el hecho mecánico, sometido a unas leyes vinculantes a las que el violín permanece ajeno" (Camile Recht).
  • [Atget] buscaba lo que se pierde, lo que se esconde, de ahí que sus imágenes contraigan la resonancia exótica, luminosa, romántica de los nombres de las ciudades: aspiran el aura de la realidad como el agua aspira el barco que se hunde. Pero, ¿qué es, en definitiva, el aura? Una particular trama de espacio y tiempo: la irrepetible aparición de una lejanía, por cerca que ésta pueda estar. En un día de reposo, en un mediodía de verano, seguir con la mirada la línea de una cordillera o contemplar una rama que arroja su sombra y sentir que el instante o el momento se funden conn esas apariciones: eso significa respirar el aura de esas montañas, de esa rama.
  • Y es evidente que la copia, tal y como la presentan revistas ilustradas y noticieros cinematográficos, es cosa bien distinta de la imagen. La unicidad y la durabilidad están tan estrechamente imbricadas en la imagen como la fugacidad y la reproducibilidad lo están en la copia.
  • [August] Sander empieza con los campesinos, los hombres ligados a la tierra, y lleva al observador por las distintas capas sociales y los distintos oficios llegando hasta los estamentos más elevados antes de regresar hasta llegar a los idiotas. Sin duda, se trata de una observación sin prejuicios, incluso audaz, y, al mismo tiempo, delicada, en el sentido que Goethe da a la palabra : "Hay una experiencia delicada, que se identifica tan íntimamente con el objeto que se convierte por ellos en teoría".
  • Resulta significativo que el debate se haya enquistado a menudo sobre la estética de "la Fotografía como arte", mientras se obviaba, por ejemplo, el hecho social, mucho más consistente, "del arte como Fotografía".
  • Que nos fijemos en la Fotografía como arte o en el arte como Fotografía, la perspectiva cambia. Cada cual ha podido notar que es más fácil captar una representación, una escultura, y hasta una obra  arquitectónica, en foto que en la realidad. La tentación es grande de achacar esto a una decadencia de la sensibilidad artística, a un fracaso de nuestros contemporáneos. Pero no conviene olvidar como con la extensión de las técnicas de reproducción, ha cambiado la percepción de las grandes obras. Ya no se perciben como obras de un individuo, sino que se han convertido en producciones colectivas, tan poderosas que, para poder asimilarlas, hay que empequeñecerlas.
  • "Cuando todo lo que se llamaba arte quedó paralítico, el fotógrafo encendió su lámpara de mil bujías, y poco a poco el papel sensible absorbió la negrura de algunos objetos de uso. Había descubierto la fuerza de un relámpago nuevo y delicado, más importante que todas las constelaciones que se ofrecen al solaz de nuestros ojos." (Tristan Tzara).
  • "El analfabeto del futuro no será quien desconozca la escritura, sino quien desconozca la Fotografía" (Moholy-Nagy) ¿Pero no es más analfabeto el fotógrafo que no sabe leer sus propias imágenes? ¿No se convertirá la leyenda en un elemento esencial de la foto? Con estas preguntas, las nueve décadas que nos separan del daguerrotipo descargan sus tensiones históricas. De la luz de esas chispas, desde la sombra de los días de nuestros abuelos, las primeras fotografías surgen, tan bellas e inalcanzables.

(Septiembre-Octubre 1931)