Por mar o por tierra



Amigos, que el 2007 nos encuentre sanos y (re)unidos.

Acaso sólo un sueño

De notte silenziosa por José M. Ramírez



E io invece -come nel sogno-
mi accanisco a darmi illusioni, penose,
di lombrico paralizzato da forze incomprensibili:
ma no! ma no! è solo un sogno!

Pier Paolo Pasolini

Líquido propicio en el Papel literario


El Nacional - Sábado 16 de Diciembre de 2006 P/4 - Papel Literario


Líquido propicio


El poeta cuyo libro comenta Teresa Casique, José Ramírez, nació en 1961. Formado en el área de las ciencias, se desempeña profesionalmente como consultor en el área de Tecnologías de la Información. Líquido propicio (Editorial Memorias de Altagracia) es su primera publicación



Teresa Casique


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Abro su diario en cualquier página y encuentro: "Continuamente oigo una voz en mi oído: `¿Cuándo llegarás, invisible sentencia?’". Voy a otra y leo: "Olvidar todo.

Abrir las ventanas. Vaciar el cuarto. El viento lo atraviesa. Sólo se ve el vacío, uno se busca en todos los rincones y no se encuentra". Repito la operación y sigo leyendo: "Nuestro arte es ser deslumbrado por la verdad. En verdad no hay más que la luz proyectada sobre un rostro, que retrocede con una mueca de espanto". Cierro libros y abro libros, acaso el mismo u otro y leo: "Te has ataviado de manera ridícula para este mundo". Insisto y encuentro esta frase: "Me bastaría poder existir cerca de mí, me bastaría poder considerar el lugar donde me encuentro como otro lugar". Pero no, no pertenecen a José estas líneas. Son de otro desesperado. Kafka. Líquido propicio, el libro de José Ramírez, me llevó hasta ellas a la búsqueda de un asidero –un asidero para salir del hueco donde me abandonaba José– pero, por supuesto, no hay asidero tampoco allí, sino familiaridades tonales, existenciales porque, efectivamente, de grandes verdades está hecha la literatura y esas verdades se intercomunican a la distancia, con mayor o menor conciencia de sus autores.

Un enorme ejercicio de contención por parte de su autor, José Ramírez, nuestro implacable escéptico, ha hecho posible que el libro que tenemos entre manos no resultara profundamente desgarrador. Creo que se trata de una contención no sólo verbal, sino también, y en mucho, formal: ambos, sonido y arquitectura (arquitectura que Armando Rojas Guardia ha elogiado ampliamente) van dictando así la pauta para que la intimidad de esta poética nos llegue, si eso es posible, sin sobresalto, a la manera de una confesión en una voz muy baja que, envuelta en una aparente serenidad no nos da tiempo (ni tregua) para levantar una ceja o apretar los labios. Pero con esta constatación, hay otra, no menos sorpresiva: en este viaje que el poeta ha emprendido con la noche como única lámpara de su memoria no se evaden emociones. Que de lo oscuro irrumpa lo que ha de alumbrar la travesía echando abajo todo pudor, cualquier recato, cualquier ingenuidad, parece decirse José. Y así procede.

"...estoy cansado / de tanta limpieza y simulacro", reconoce de entrada en el poema "Sueño lúcido". En un texto sin título leemos: "...hacer, hacer, hacer / se acumulan los hechos y las palabras / pasan tantas cosas / y no sucede nada". Es su retrato de la vacuidad del vivir, ese aséptico y reseco discurrir del tiempo que en nada gratifica y poco a poco va devaluando esperanzas e ilusiones.

En el poema "Entre tapias" interroga: "...¿quién me persigue / aquel que llegando los susurros cesan / y unido a mi sombra descansar exige...?". Otra inquietante pregunta de un nuevo texto es: "¿Si giro a la izquierda / por error / y si me deslizo en el abismo / y se pierden los rostros / y no regreso?". Y aún insistirá: "¿Acaso no te tocan también las sombras / que se pegan a mi piel como la penumbra / suben a mi cuello y me asfixian?"; "Creo haber conseguido un hueco / en la invisible red de Cronos". De máscaras y transparencias se nos susurra así. Con elegancia, con sobriedad casi pánica. Y es que estamos ante una escritura desnuda, una escritura de adjetivos exactos, afilada. Una poesía cuyo esmerado canto, ahí entre el soneto y el verso libre, funge de dique a lo que el alma, es decir, la psique en su peregrinaje oscuro va descubriendo –o tramando.

La experiencia plasmada por otros grandes de la poesía le sirve a José para construir algunas variaciones sobre su propio tema. A los versos: "...tengo vivo el recuerdo / del día en que la muerte / ha de venir certera..." , agrega: "no opondré resistencia"; están también los versos homenaje y la apropiación de otro poema que se reconoce rápidamente: "...bajo el cielo perfecto de esmalte nombrado / testigo de tu viaje –acaso cómplice– / en la búsqueda insomne del utópico día / atraviesas mi pecho transparente / en el momento gélido del alba...": estas son sus metáforas sobre un acontecimiento serio, acaso el más serio de la existencia humana y, por eso mismo, presentadas con gravedad y, no cabe duda, también con ironía.

Porque acompañando esos estados del alma aparece otro elemento, digámoslo de una vez, otro recurso, otro artificio de esta poesía de José. Él escribe: "...Sobre mi hombro / jadeante te siento / suspirando con el último verso / con el que te vas haciendo / dueño de mi sombra"; él escribe: "...cada día soy alguien nuevo..."; él escribe: "necesito esa sombra que acaso eres / necesito tu mano que apenas rozo / necesito creer que me esperas / que sepas que me haces falta / que tu presencia me angustia / me aturde / me conmociona / me redime / que eres capaz de recordarme / lo que realmente soy"; él escribe: "Cierro los ojos / Tu imagen nebulosa / También los cierra".

Y así otras tantas veces encontramos este entramado de autointerpelaciones, desdoblamientos o extrañas conversaciones con alguien ausente hecho de mucha y perturbadora presencia.

Mencioné la palabra recurso. Y quizá ella descubre el juego de este lenguaje que finalmente no parece darnos seguridad alguna sobre la exacta veracidad de lo escrito y confesadamente sentido: en su mundo ficcionado, de pronto el autor nos revela que "la noche", aquella noche, aquella oscuridad o guía memoriosa "es tan sólo un simulacro" y del agua heracliteana o líquido propicio, de pronto sabemos que sólo es una metáfora, y es que el mar, el poeta lo dice así: "...el mar termina siendo siempre una metáfora...".

Maurice Blanchot apuntó: "En la soledad, Kafka se disuelve. Esta disolución hace su soledad muy peligrosa; pero, al mismo tiempo, de esta confusión puede surgir algo importante, a condición de que el lenguaje lo recoja". Y bien, en este mundo de ficciones y verdades a oscuras, de tragedia y prestidigitación, también nos da la impresión de que José se mueve sobre el filo de la navaja, pero él sabe hacer crecer césped de color escarlata, no en vano es suya la certeza de que "...la poesía pinta siempre en perspectiva" aunque impulse "a poner nuestra existencia en entredicho...". Nada menos.





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A propósito de El Dinosaurio

Sé que todo esto atenta contra la razón más elemental, mi profesora de tercer grado nos lo explicó claramente: no existen evidencias concluyentes que determinen con exactitud la causa de la desaparición de los dinosauros, pudo haber sido un meteorito, un cambio radical en el patrón climático del planeta, bacterias extraterrestres y un número considerable de otras hipótesis, algunas bien extravagantes.


Pero las causas de la desaparición de los dinosauros están lejos de ser mi mayor preocupación, de hecho no me preocupa en lo absoluto, considerando que dicha desaparición está en entredicho, al menos para mí.


Voy por el tercer Gatorade, ya me tomé dos atamel, café sin azucar, me revisé concienzudamente en el espejo del baño: ojos, lengua. Mis reflejos responden normalmente, respiro profundamente y vuelvo a la sala, lentamente.


Recorro el pasillo de los cuartos, todo parece estar en su lugar, los cuadros lucen como de costumbre, al igual que hace 15 minutos; me detengo en la esquina que da a la sala y ya veo el reflejo que viene del ventanal que da al jardín; doy un paso: "el dinosaurio todavía está allí".


Ya dio cuenta de los rosales y la grama y mastica con parsimonia los girasoles. Levanta levemente la cabeza, me observa con el desinterés propio de las vacas cuando pastan. Pero no es una vaca, esa era mi esperanza, que el vino de anoche mezclado con mi presbicia creciente estuvieran jugándome una mala pasada. No es que resulte normal que una vaca esté pastando en mi jardín, pero…


Suena el intercomunicador, debe ser la sociedad protectora de animales, les dije que tenía en mi jardín un cuadrúpedo desconocido, espero, por mi salud, que esto sea para ellos un evento rutinario.

Las Bacantes y la dualidad: el encuentro con “el otro”

Bacantes, estrenada en Macedonia probablemente en el 405 A.C. pretende ser el relato de los primeros pasos del culto al dios Dionisos, que en ese tiempo se trataba de una divinidad extranjera que llegaba a Grecia, a las cercanías de la trágica Tebas, exigiendo a las autoridades que le prestasen el culto que, como dios del vino, tenía derecho, en contra del culto tradicional a Apolo.

Se nos presenta aquí la primera dualidad, diría que la dualidad dominante. Por una parte, entre Apolo, representante del raciocinio y la cordura, y Dionisos, imagen del desenfreno y el instinto. Por la otra, lo tradicional, irónicamente representado por el joven Penteo y lo moderno, representado inicialmente por Cadmo y Tiresias.

El conflicto que se genera a partir de las contradicciones entre el orden y el caos, entre lo conocido y lo desconocido, entre la cultura y la naturaleza, entre la razón y la locura. Sin embargo, Eurípides trata también de la posibilidad del enfrentamiento entre los impulsos constructivos y transformadores con el orden religioso, pero también, y de una manera muy interesante, con la creación estética.

"...Porque tiene que aprender esta ciudad aunque no quiera, cuanto cuesta burlarse de los misterios del Dios... (39-40)

Y entonces el Coro nos cuenta de los misterios divinos:

"...Bienaventurado el que dichoso sabe de los misterios de los dioses, santifica su vida y lleva su alma a la procesión danzante en las montañas de los sagrados rituales". (72-77)

El adivino Tiresias y Cadmo, que recordemos es fundador de Tebas, con mayor “sentido común” o quizá mayor amplitud, toman el tirso. Por su parte, Penteo, rey de Tebas, quien representa el orden, se muestra inflexible:

"...qué insensatez... No bien me aventuro en un viaje cuando he oído de nuevos males en esta ciudad: que nuestras mujeres han dejado las casas para entregarse al vértigo y al Dios recién llegado . (215-220)

"... las cazaré en el monte... las encerraré en redes de hierro y las haré dejar en seguida este criminal rito... (230-232)

Contradicción tras contradicción, en un sistema perfecto que finalmente deriva en la fusión y el orden.

Vemos en la obra que Dionisos, el dios que ha tomado forma humana en ese extranjero de “formas afeminadas”, pasa a ser una parte esencial en la vida y en los cultos de la ciudad; sin embargo, sus rituales son conducidos en las soledades del mundo salvaje y virgen de la montaña.
Dionisos, es un bárbaro. Es Olímpico, y sin embargo, más afín al mundo subterráneo. Sus ritos buscan abolir la distancia entre los dioses y el hombre, y entre el hombre y la bestia. Entre el hombre y la mujer. Sus misterios comprometen la más tremenda contaminación con la más inmensa santidad. Él es Dios de los límites pero también de la fusión.

En Bacantes, la presencia de Dionisos desencadena la contradicción entre el placer y la resistencia al placer; o entre lo irracional y lo lógico. Más aún, representa el encuentro entre la destrucción y la creación. Del mismo modo, se llega a la revelación de lo sagrado a partir de la contaminación extrema más allá de toda creencia en los designios inescrutables de dios.

El desenvolvimiento de las contradicciones también toca profundamente a los personajes, que se presentan en pares. La realidad está dividida, repartida entre mundos racionales y mundos irracionales; entre el mundo de los viejos y el mundo de los jóvenes. Sin embargo, los personajes "antagónicos", más allá de sus diferencias, se aproximan y se fusionan. Dionisos y Penteo son antagónicos; sin embargo, de su antagonismo surge la identificación entre ellos. Al final, Penteo es como el chivo emisario de Dionisos en el monte, en donde simultáneamente es devorador y devorado, a pesar de su desesperado esfuerzo por asegurar su propia identidad en sus últimos momentos.

"... yo, madre mía, soy tu hijo el que pariste en la casa de Equión..." (1118-1119)

Seguimos los pasos de la individuación a través del orden político y religioso establecido; de la estructura del conocimiento objetivo, y de las experiencias internas, a través de la obediencia y de la desobediencia; del autoritarismo y de la relatividad; de la diferencia y de las similitudes; de la represión y del reconocimiento de lo reprimido; de la humanidad, de la animalidad. También del sacrificio, del placer y del dolor. La astucia de esta obra está en el modo como Eurípides junta estos diferentes pasos en torno a las “epifanías” de Dionisos.

Es interesante ese prólogo de Dionisos, donde habla de la experiencia de sí mismo:

"Yo, el hijo de Zeus, vengo a esta tierra de los tebanos...”

Y esto es seguido por una genealogía, que coloca al sujeto determinado por su familia y por sus obligaciones. Una construcción ética que rápidamente va derrumbándose a medida que el majestuoso dios de la primera escena comienza a desplegar las diferentes facetas de su múltiple personalidad. Él juega el rol del dios y el de hombre/extranjero, afirmando su duplicidad en el seno de su culto. Su moralidad no se pone en cuestión. Él se define en su ambigüedad.

"Dionisos, el hijo de Zeus, que nació como un perfecto dios, terrible, aunque dulcísimo con los hombres" . (859-861)

Penteo, que parece alzarse en el polo opuesto de este universo ético, enfrenta a Dionisos con la moralidad del Estado. Posición legítima, aunque criticada por el Coro, Cadmo, Tiresias, Dionisos mismo, y el resto de los adeptos al culto. Al comienzo, Penteo está seguro de su posición y de sus obligaciones, pero gradualmente el deseo lo moverá hacia otras configuraciones de identidad.

El cambio de Penteo se hace aparente cuando se quita sus atuendos reales, a fin de vestirse con una túnica ordinaria, que lo lleva a alcanzar una identidad femenina. Sin embargo, en el nivel del discurso todo es más sutil. En su primer monólogo ya expresa lo que inconscientemente quisiera ver, aunque encubre esto en una retórica represiva:

"en medio de sus grupos llenas están las cráteras, y cada una por su sitio, en soledad acude a gozar de un hombre, con el pretexto de ser Ménades rituales, pero en más se inclinan a Afrodita que a Baco". (221-225)

Solamente Dionisos tendrá el ingenio para crear el espacio necesario para el crecimiento del deseo, de la tentación, y así conducir a Penteo hacia el cambio de su sistema de valores:

" Dionisos. Oh tú ! ¿quieres verlas instaladas en los montes ?

Penteo. Sí, daría por ello infinito peso en oro.

D. ¿Cómo has incurrido en tan gran deseo de ésto ?

P. Las vería embriagadas --una visión algo amarga.

D. ¿verías con gusto lo que te da pena ?

P. Tenlo por cierto, oculto en silencio bajo los pinos." (810-815)

Con esto comienza la transformación de Penteo: de monarca en voyeur, aún cuando todavía le falta el momento que lo lleva a expresar su lado femenino, su cruce al menadismo y su identificación final con Dionisos.

"P. Llévame por en medio de la ciudad de Tebas, porque de aquí soy el único hombre que se atreve a esto.

D. Tú atravesarás tebas solo, tú solo, y te esperan los combates que serán necesarios. Sígueme: yo te guiaré en la procesión como el guía seguro, y de allí otro te traerá.

P. Ah! mi madre ciertamente.

D. Y serás conocido de todos

¿Qué sería de la vida sin la dorada Afrodita?

El título de esta reseña está tomado de uno de los poemas de Poemas del cuerpo y otros, el más reciente poemario de Alejandro Oliveros, editado por la Fundación Bigott, dentro de su serie de literatura de su Bigotteca.

Es difícil hablar del trabajo de Alejandro Oliveros (1948) sin pensar en él como docente excepcional. Sus clases en la escuela de letras de la UCV son un derroche de erudición, cierto, pero no esa erudición que ofende con la pose, sino aquel genuino dominio de los temas, que lo hacen capaz de tertuliar como quien comparte una cerveza con Shakespeare, un tequeño con Borges o un marroncito con Eurípides. No es la vulgarización de lo clásico, sino más bien la integración de lo clásico al quehacer cotidiano.

Poemas del cuerpo y otros tiene tres partes. La primera (Poemas del cuerpo), explora la relación del hombre con su cuerpo, un cuerpo con el que, según el autor, hemos perdido conexión:

Ya nadie recuerda cómo
hablar con el cuerpo. Antaño,
sin embargo, el hombre
hablaba a sus manos.
Explicaba a sus dedos
las formas y alcances
de sus sueños. Y los dedos
respondían con frases amables

Así, el diálogo se mantenía
y el cuerpo estaba seguro
de que su soledad era
la misma de su inquilino.
Al final, se hablaba al corazón,
siempre de noche y en susurros.

La tercera parte (otros, título que juega a la ironía, como era de esperarse de su autor) nos regala, si bien un conjunto ecléctico y, si nos atrevemos más, incoherente, la parte del libro con más capacidad de interpelación. Comenzando con el hermetismo confesado de Poema hermético, los cuestionamientos religiosos de Profecía y Teologías y terminando con la poética de Sobre la poesía:

Siempre he creído que la poesía
es un don mezquino…
Una vez escribí que nuestro oficio
era sólo aproximativo y no alcanzaríamos
la fijeza de las estrellas. Quería decir,
me parece, que no llegamos a lo que sentimos.

Treinta años más tarde, sigo pensando
que no es la poesía el mayor de los dones…


La segunda parte (Lyra Graeca. Imitaciones. Me deja con las ganas de preguntarle por qué el libro no se llama Poemas del cuerpo, imitaciones y otros) presenta deliciosos juegos de desplazamiento del autor; posicionándose temporal y estéticamente, en la Grecia eterna, llegando a su climax en su Imitación de Minermo:


¿Qué sería de ka vida sin la dorada Afrodita?
¿Qué sería de los días sin el aroma de sus trenzas?
¿Cómo es posible la existencia sin el beso y el espasmo?
Prefiero la muerte a vivir sin la caricia furtiva,

sólo pido para mi la memoria de las noches,
las auroras insomnes, los besos largos como la playa,

y los restos de miel y martinico, fresas y duraznos.
Así, los rigores del invierno no serán tan amargos.


Aventurarse en este maravilloso poemario, recorrer sus 43 breves páginas, saborear con tranquilidad cada verso una y otra vez, nos deja, como toda buena literatura, “tocados”. No podemos vernos de nuevo al espejo de la misma forma, en la noche sentimos como nuestros dedos nos susurran debajo de la almohada y nos sorprendemos estrechando nuestra oreja discretamente, agradeciéndole por los sonidos de la noche.

La vida como ensayo de la vida

No hay nada que impacte al alma con más contundencia que la verdad. Las palabras afiladas contra la piedra de la existencia y que con sencillez y serenidad, liberadas del óxido de la pose y el romo filo de la hipocresía, atraviesan los sentidos y se alojan en nuestro interior. Inefables momentos ante los que la única respuesta la brinda la emoción.

Equinoccio y El otro el mismo editan un libro[1] largamente esperado que reúne la obra ensayista de Armando Rojas Guardia publicada hasta la fecha, 7 textos inéditos y las notas originales de Juan Liscano y María Fernanda Palacios.

“Amo la vocación de ensayista, pero sin el academicismo pedante que hoy suele acompañarla” dice Armando en los inicios del Calidoscopio de Hermes (1989) y luego nos declara su propósito, al que sería fiel hasta el sufrimiento: “Ensayista de estirpe es el que recorre inteligentemente el cuerpo de su propia experiencia con la cultura. Es la carne de su propia existencia consciente – la de su conciencia en contacto vital con el mundo- lo que el ensayista verbaliza. Escribe para recorrerla sensualmente, parsimoniosamente; y, por la virtud de ese recorrido, llega a ser lúcido”.

Esa lucidez especial, en el borderline de la cordura, la ha perseguido Armando, renunciando a esa normalización de la conciencia que algunas terapias persiguen, asumiendo su “locura” como un resquicio secreto desde el cual contemplar la luz que se encuentra en el centro de toda búsqueda existencial, para él, la de un cristianismo que lejos de dar respuesta a todo, tiene todas las preguntas.

“La pregunta central es ésta: en determinadas ocasiones neurálgicas de la existencia, ¿se debe renunciar a esa lucidez paradójica al renunciar terapéuticamente a la enfermedad? Creo que en la respuesta a esta interrogante está encerrado el meollo de toda verdadera psiquiatría.”. Armando nos suelta esta daga en el medio de El dios de la intemperie, la “respuesta” que encontramos en el párrafo que le sigue, se la dejo al lector interesado; su trascripción en estas notas la siento excesiva.

Recuerdo mi primera lectura de El dios de la intemperie, la perplejidad inicial ante tan insólita confesión fue derivando en un ahogo (físico, profundo), era un terreno inexplorado al que me estaba enfrentando, como esa primera inmersión (que más que recordar intuyo) en la que debemos contener los deseos de respirar, hasta que poco a poco encontramos que no es necesario, primero 5 segundos, luego 15, 20, 30 y cada vez más cerca de ese feto que fuimos, que nunca lo hacía y que (nuevamente lo intuyo) lo sabía todo.

Ensayo culto, puede ser, lectura serena, jamás. La obra de Armando inquieta, quema, interpela, asombra por su coherencia y la serena postura con la que transita los terrenos de la desesperanza.

La poesía fue el género que primero me acercó a Armando y al que regreso finalmente en estas notas. El privilegio de sus lecturas públicas lo atesoro tanto como ese mínimo poema, que nunca seleccionó en sus lecturas públicas, pero que, como dice Borges, ha encontrado en mí su lector: “Pero hoy tengo la confianza en la tarea / de decirte precisamente esto, / sin una sola causa / que motive la cita intrascendente / de los ojos y las letras: / apenas teclearte siete líneas / como quien pide el aire o la alegría.”[2]

[1] Armando Rojas Guardia, Obra completa: Ensayo 1985-2005, Editorial Equinoccio y Editorial El otro el mismo, 2006.

[2] Sin uso, del poemario Del mismo amor ardiendo.

De 3D a 2D

Desde hace varios años mantengo un pacto tácito con mis compañeros del bachillerato. A pesar de que nos mudemos de ciudad, mantenemos el mismo centro de votación, nuestro colegio. La razón es simple, cada 6 años (o 3 años, o 4 años, depende) nos vemos de nuevo en las colas, allí en el mismo lugar en el que compartimos los que fueron, quién lo duda, los mejores años de la vida.

Hoy no fue una excepción y la alegría de ver ojos amigos, tan jóvenes como siempre, a pesar de las canas, los kilitos extra y las arruguitas, me acompañará por un tiempo.

Bajo el sol benigno pude ser testigo, una vez más, de nuestra enorme diversidad, ya no de mis amigos, sino de todos y de nuestra tendencia, sintomática, de aferrarnos a las abstracciones y movernos en el terreno de lo ambiguo.


En la cola, amenizada por un DJ que mezclaba magistralmente (¡!) Reggeaton, Salsa, Gaitas y hasta los Bee Gees, competían Sudoku y Paulo Coelho, de vez en cuando se paseaban promotoras de cremas adelgazantes, comentarios, cifras, "datos confirmados" y recomendaciones precisas, casi rituales, para garantizar el voto. Desde el micrófono del DJ, cada tanto, uno de los voluntarios de franela blanca interrumpía la música con frases que llamaban al aplauso: "Vamos muy bien", "Los quiero ver a las 4 para la auditoría", "Ojo pelao con su voto".

Yo llevaba conmigo un libro de relatos de Oscar Wilde, mi elección se basó en la posición que ocupaba el libro en la pila de lectura breve. En retrospectiva lo veo tan apropiado para la ocasión. La cola me alcanzó para re-leer El crimen de Lord Arthur Savile y El ruiseñor y la rosa, además del soberbio prólogo de Jorge Luis Borges que corona esa maravillosa edición de Siruela.

Historias fantásticas, salpicadas de ese cinismo de Wilde, esa culta banalidad con la que lo salpica todo. Acaso era una preparación para el tono con el cual hay que tomarse lo que ha resultado de este 3D, este achatamiento de la perspectiva que nos quita una dimensión, que acorta el alcance de la vista, que pone todo en el presente, nos devuelve, al menos a mi, al terreno del papel, al 2D.

Pienso en mis amigos y familiares regados por el mundo, pienso en una forma racional, robusta, de explicar lo que aquí aconteció y no encuentro mejor frase que la de Wilde "El mundo es un inmenso escenario, pero la obra está muy mal distribuida".

Grammar for Poets

"Poems no less than prose are made of sentences, and expectations of sentences (by the reader), and avoidances of sentences (by the writer). But they are also made of lines that alter our experience of sentences, by foregrounding the sounds of the words, phrases, and pauses which make up sentences but which we don't attend to until these sounds are highly organized and orchestrated. The primary instrument of this orchestration is the lines, and lines can also be arranged in stanzas, which may further foreground the lines by signifying their own organization independent of the sentences. The difference between metered and unmetered lines, in the strictest stanza forms to the free-est verse, is no more than the difference between the degree of foregrounding of the lines against the sentences, and therefore the degree to which our attention to those sentences is complicated."

Esto es parte del breve pero excepcional ensayo de Michael Ryan. Lo pueden leer completo en http://poets.org/viewmedia.php/prmMID/19268

Líquido propicio en Macondo

Memorias de Altagracia (Israel, Rosol, Graciela)

Celarg 2003(José Manuel, Maite, José, Teresa, Álida, Isabel)

Tapara (Beatriz, Néstor, Krina, José, Vicente)

Flores propicias para el bautizo

Teresa hace la presentación

Una firma para Maite

"Líquido propicio" o el poemario ubicado entre la palabra y el byte

Reseña de Ana María Hernández en "El Universal" del 22/11/2006


Con el título Líquido propicio, José Ramírez bautiza mañana a las 7:00 pm, en la Librería Macondo, de Chacaíto, su primer poemario, editado por Memorias de Altagracia en su colección Celacanto.

Aquí se reúne una obra producida en los últimos tres años. "Participé en 2003 en los talleres literarios del Celarg, y unos 4 ó 5 poemas formaron parte de la antología. La línea de este poemario comenzó allí".

La inquietud por el oficio de la palabra se gestó en Ramírez hace algún tiempo. Luego de los talleres con Teresa Casique y Eloi Yagüe, estuvo en uno con Armando Rojas Guardia, producido por la Fundación para la Cultura Urbana; y con Edda Armas, organizado por Monte Ávila Editores.

La vida de este autor ahora se divide entre su actividad como ingeniero en Computación y como estudiante de Letras en la Universidad Central de Venezuela, dos pasiones para las cuales dedica exactamente la mitad de su tiempo: dos mundos, dos maneras de socializar, dos visiones para compartir, la mañana para el software y los bytes, la tarde para la palabra.

"Por diversas circunstancias me di cuenta de que la poesía no es un hobbie, es algo serio, y por eso estudio Letras. No porque eso sea necesario para escribir, sino porque es una forma de inmersión en este medio, que disfruto y que me forma".

La matemática le ha dado la parte estructural, "cuido mucho esa parte. Hace un tiempo tomé como reto la forma del soneto, y luego fue terrible salir: pensaba en endecasílabos. En el libro también hay haikús, juegos de formas".

Eso sin descuidar las intensas temáticas que aborda en sus páginas, donde recurre a la memoria, a los arquetipos y, en especial, a lo que de líquido tiene.


http://buscador.eluniversal.com/2006/11/22/til_art_78904.shtml