Desde hace varios años mantengo un pacto tácito con mis compañeros del bachillerato. A pesar de que nos mudemos de ciudad, mantenemos el mismo centro de votación, nuestro colegio. La razón es simple, cada 6 años (o 3 años, o 4 años, depende) nos vemos de nuevo en las colas, allí en el mismo lugar en el que compartimos los que fueron, quién lo duda, los mejores años de la vida.
Hoy no fue una excepción y la alegría de ver ojos amigos, tan jóvenes como siempre, a pesar de las canas, los kilitos extra y las arruguitas, me acompañará por un tiempo.
Bajo el sol benigno pude ser testigo, una vez más, de nuestra enorme diversidad, ya no de mis amigos, sino de todos y de nuestra tendencia, sintomática, de aferrarnos a las abstracciones y movernos en el terreno de lo ambiguo.
En la cola, amenizada por un DJ que mezclaba magistralmente (¡!) Reggeaton, Salsa, Gaitas y hasta los Bee Gees, competían Sudoku y Paulo Coelho, de vez en cuando se paseaban promotoras de cremas adelgazantes, comentarios, cifras, "datos confirmados" y recomendaciones precisas, casi rituales, para garantizar el voto. Desde el micrófono del DJ, cada tanto, uno de los voluntarios de franela blanca interrumpía la música con frases que llamaban al aplauso: "Vamos muy bien", "Los quiero ver a las 4 para la auditoría", "Ojo pelao con su voto".
Yo llevaba conmigo un libro de relatos de Oscar Wilde, mi elección se basó en la posición que ocupaba el libro en la pila de lectura breve. En retrospectiva lo veo tan apropiado para la ocasión. La cola me alcanzó para re-leer El crimen de Lord Arthur Savile y El ruiseñor y la rosa, además del soberbio prólogo de Jorge Luis Borges que corona esa maravillosa edición de Siruela.
Historias fantásticas, salpicadas de ese cinismo de Wilde, esa culta banalidad con la que lo salpica todo. Acaso era una preparación para el tono con el cual hay que tomarse lo que ha resultado de este 3D, este achatamiento de la perspectiva que nos quita una dimensión, que acorta el alcance de la vista, que pone todo en el presente, nos devuelve, al menos a mi, al terreno del papel, al 2D.
Pienso en mis amigos y familiares regados por el mundo, pienso en una forma racional, robusta, de explicar lo que aquí aconteció y no encuentro mejor frase que la de Wilde "El mundo es un inmenso escenario, pero la obra está muy mal distribuida".
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